20 nov 2010
No, el camión no me importa. Caminar sin hablar con el entregador de roedors: en esto pienso, esto quiero. Se acerca y no se acomoda nada: asi como el frío lo pone lo deja, o se deja, o asi queda. Y antes de que suene a la puerta y él pregunte por mi, antes de que toc tocquen a mi puerta y yo pregunte quien est o diga si gracias estoy bajando, estoy abajo. "Gracias", le digo anticipada. "Es un placer", dice sin todavía saber. "¿Vino con el camión de las entregas?". "No, vine a pie". "Caminemos entons", le digo. "¿Puedo tomarla del brazo?", pregunta y ya estoy tomada. Agarrada, llevada por primera vez del brazo de un hombre por la calle, delante de todos: los vecinos, el dueño de la tabaqueria, dios, todos.
Todos ven, yo veo: parezco una novia, pero no soy novia. Pero eso van a pensar porque no se camina de domingo con un hombre asi, lo se, no soy tonta, y por demás tengo motivo. Claro que no me puse las medias en las manos.
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