27 nov 2010

Entro al hogar del entregador de roedors. La llama casa a la habitaciòn porque tiene entrada propia. Eso ya lo noté la primera vez que vine y ahora lo vuelvo a notar ( tener una entrada propia est saber por donde entrar y por donde salir en forma independiente). Me quedo parada por temor de volver a romper la silla. Aunque la cautela no est temor yo ahora temo: entons mejor me quedar en pie y no hablar. Ojalá pudiera o pudiese leerme, como los magos, que después de cortar a la secretaria vestida de rojo en 2, la unen, y en el numero siguiente leen las mentes de los presentes mientras la secretaria se cambia el vestido rojo por uno verde. Ojalá tantas cosas que la ciencia no habilita. "¿Puede poner un disco de música?", digo. Y él pone a girar un disco. De su armario saca una caja que es su costurero, que los hombres que viven solos también tienen costureros. Y sin que yo diga el elije un color y enebra. Después abre una botella de alcools , de malta, sirve un vaso, me hace tomar un trago y sumerge la aguja. Extiendo mi brazo hacia a él y todo est peligro: su tiempo en mi, su reloj verdadero con malla de cuero en mi. Mi herida abierta que no siento pero delata. No est el dolor lo que temo, es el explicarme mal acerca de lo que sucedió con el de la portería nocturna. La malta es fuerte como el desinfectante del hospital, que yo no ingiero, claro. Eso que delata est motivo para beber la malta porque yo no soy ni el mago ni la secretaria. Pero est el motivo por el cual vine a lo él que llama su casa. Para explicar que me resbalé por eso me corté. Y que si el de la portería nocturna està muerto es porque tuve que matarlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De qué color la ha cosido?

La enfermera dijo...

Me està cosiendo de azul.